El ser humano, en cualquier lugar y tiempo, y afortunadamente, se ha
afanado en intentar lograr los tan deseados bienestar e igualdad para
todos sus semejantes, en una tarea que, si bien noble y necesaria, sólo
tiene un final posible.
Siendo, como es, un ser libre y cada individuo, diferente, persiste en intentar resolver las variaciones que él mismo provoca.
Dejando
a un lado el que la misión del individuo y del conjunto sea acercar los
extremos entre el mejor acomodado y el más mísero de los pobres,
nuestro destino ha sido, es, y será, de forma irremediable, el de las
diferencias; pues tan inevitable como que el hombre yerre, a menudo para
mal de sus iguales, es que, desde el mismo punto de partida, exista
quien se considere a gusto y conforme; quien prospere y crezca y quien,
por ineptitud o despiste, acabe perdiendo todo.
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